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YO NO

Nuestra cultura visual está llena de hermosas pinturas con idílicos paisajes de bosques, arquitecturas serenas y marinas sublimes. Paseamos por nuestros museos desde niñas, desde niños, contemplando esas imágenes sacralizadas por el atributo “arte”, enaltecidas por el espacio que las contiene. Vamos de la mano de nuestros mentores, de las personas en las que confiamos y de las que aprendemos a conocer el mundo y a estar en él. 

Esos bosques, arquitecturas y marinas, están habitados por personajes. Algunos realmente hermosos. Mujeres de piel suave, largas melenas, curvas deliciosas y cálida desnudez. Hombres vestidos con lujosos ropajes, exhibiendo musculaturas apolíneas y gestos arrogantes.

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No somos idiotas. Hipómenes y Atalanta (1618-19) / Guido Reni.

No recuerdo la primera vez que viví esta experiencia y lo que sentí. Me imagino de la mano de una persona adulta que me acompaña serena, sonriente y entusiasmada en enseñarme a apreciar el arte. Me imagino fascinada pero ahora me pregunto si, quizá horrorizada, no entendía lo que estaba sucediendo. La violencia de las escenas denominadas raptos, donde las mujeres como yo, eran arrebatadas, agarradas y llevadas en contra de su voluntad, mordidas por perros de caza, perseguidas por hombres armados, atadas medio desnudas, solas en medio de un bosque. Pero, ¿por qué la persona que me acompañaba estaba feliz? ¿por qué me señalaba esos horrores sonriendo? “¿Te gusta? ¿Verdad que es bonito? ¡Mira qué maravilla!” 

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No es no. Susana y los Viejos (1580) / Veronese.

Pero, ¿quién se cree que Atalanta, una atleta a la que ningún hombre lograba ganar en carrera, independiente, que no quería casarse, iba a agacharse por unas míseras manzanas y arriesgarse a perder su libertad? ¡Ni aunque fueran de oro!
Yo NO.

¿Por qué tenemos que tragar con las palabras de Ortega y Gasset en sus “Estudios sobre el Amor”? “Cuando el objeto erótico es una mujer, la incitación al rapto se potencia porque también, en cierto modo, puso Dios en el mundo a la mujer para ser arrebatada, no digo que deba ser así, pero ¿qué le vamos a hacer si Dios lo ha arreglado de esa manera?” (Gasset, 1957) Yo NO. ¿Por qué tengo que aceptar ser un instrumento de venganza o ser la guardiana del honor de los varones de la familia? Yo NO.

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No tenéis derecho. La historia de Nastagio degli Onesti (1483) / Botticelli.

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No soy tu instrumento de venganza. Las Hijas del Cid (1871) / Teófilo Puebla.

¿O aguantar las miradas lascivas, las agresiones verbales y encima oír que soy yo la que las provoca y si no trago, pagaré las consecuencias? Yo NO. ¿Acatar deberes por el simple hecho de ser mujer y que un hombre decida lo que debo o no debo hacer para complacerlo? Yo NO. ¿Tratar como un dios, al que no es más que un violador? Yo NO. ¿Sufrir rechazo porque un cretino considere impura mi naturaleza? Yo NO.

¿Morir de amor romántico por un hombre que se marcha de aventuras y no tolera que yo las pueda vivir y compartir? Yo NO. ¿Seguir sufriendo el estigma de la locura por desafiar las inteligencias masculinas? Yo NO. ¿Por qué las niñas han de ser amables, sonrientes y pacíficas? ¿Dejarse besar y besar? NO las tocarán.

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No soy impura. Noli me tangere (1525) / Correggio.

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No eres mi dueño. Pedro Benítez y su hija María De la Cruz (1820) / Rafael Tegeo.

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No nací para ser arrebatada. El rapto de Proserpina (1621-22) / Bernini.

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