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SÍ, QUIERO

Ortega y Gasset nos recuerda, en Amor en Stendlhal, que el platónico Lorenzo de Médicis equiparaba el amor al appetito di belleza. Ambos conceptos quedaron ligados, desde tiempos pretéritos, al universo femenino y, más concretamente, a la novia casamentera. La contrayente ha encarnado, tradicionalmente, la sublimación del ideal del amor y de la belleza artificiosa. Dicha sublimación, a veces kitsch, a veces elegante y otras tantas anodina, representa todo un arsenal cultural que ha regulado la consagración del arquetipo de la novia occidental.

François Boucher, en su Historia del traje en occidente, apunta al ya incipiente interés de las culturas paganas por la toilette femenina en vísperas del enlace matrimonial: guirnaldas de flores, velos y sandalias y túnicas teñidas de azafrán identificaban a la novia de la cuenca mediterránea en la época clásica.

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Sí quiero by Almudena Cruz. Modelo: Eva Ufano. Fotografía: Laura Marín.

El monoteísmo depurará el desfalco colorista del politeísmo grecolatino y la novia transitará de blanco, bajo diferentes siluetas, por el casto amor trovadoresco medieval y el apasionado amor romántico dieciochista. Los volúmenes, constreñidos en el ideal principesco medieval y en el de la meretriz-cocotte de la Revolución Industrial, han ido permutando según modas y gustos personales.

A pesar de la revolución del vestuario contemporáneo, que ha hecho que muchas mujeres prescindan del traje nupcial prescrito y opten por versiones más relejadas para sus enlaces religiosos o civiles, a día de hoy, una gran mayoría de futuras novias sueñan y ahorran por lucir un traje oficial, cargado de elementos simbólicos que la encuadrarán en aquella sublimación del amor y de la belleza. Encajes, mangas gigot, entredoses, puntillas, lazadas, polisones, miriñaques, tules, velos, cintas, plumetis, pedrería, bordados y volantes son, entre otros, herramientas vestimentarias y ornamentales que hacen del traje de novia una declaración de principios que, aunque culturales y por tanto cuestionables, bien merece preexistir.

Y es que el contexto patriarcal y capitalista del Occidente contemporáneo ha hecho del amor una falta de appetito di belleza. El amor moderno, abocado al lucro hedonista y al valor bursátil de la cantidad de personas consumadas en un corto periodo de tiempo, imposibilita la dedicación del tiempo y la cristalización stendhalista necesarias para la consecución de la belleza. Aunque hay más factores que abocan a la antítesis de la belleza —o a ese uglyness que Demna Gvasalia comercializa desde su aterrizaje en Balenciaga—, lo que parece evidente es que hay síntomas que demuestran que la incapacidad de amar fuera de un plano materialista reverbera en nuestra manera de vestir.

Sí quiero by Almudena Cruz. Modelo: Eva Ufano. Fotografía: Laura Marín.

Sí quiero by Almudena Cruz. Modelo: Eva Ufano. Fotografía: Laura Marín.

Lejos de hacer de la novia tradicional la efigie de una revolución abocada al fracaso, la fantasía y la pompa de su traje son uno de los últimos reductos desde donde especular con las formas, los tejidos y los adornos. Es más, nunca antes en Occidente hubo un contexto más libertario desde donde poder vestirse: sin necesidad de pertenecer al género femenino, y sin estar comprometido o comprometida con nadie, cualquier persona puede vestirse apropiándose del exceso del traje de novia; su simbología no está exclusivamente reservada a ella.

Pero, sin necesidad de recurrir a tal acto vestimentario, el amor como reflejo de belleza puede estar representado en cualquier silueta o elemento vestimentario basado en la peculiaridad de lo sublime. Y es que la obediencia al credo oficial, enmarcado en la practicidad contemporánea, ha aniquilado la belleza indumentaria, entre muchas otras.

Si la humanidad, regresando a Ortega y Gasset, discurre por una realidad difusa condicionada por la niebla fantástica —es decir, por la incapacidad de aprehender la realidad tal y como es, sino por su interpretación subjetividad e individual—, ¿por qué no retornar a la incontinencia creativa y singular que esa bruma fantástica nos proveía antes de adherirnos al pensamiento lucro-productivista? Sí, quiero.

Sí quiero by Almudena Cruz. Modelo: Eva Ufano. Fotografía: Laura Marín.

Sí quiero by Almudena Cruz. Modelo: Eva Ufano. Fotografía: Laura Marín.


SÍ, QUIERO
Fotografía: Laura Marín. Modelo: Eva Ufano.
Asistente: Luis Tayan Mira. Collar: Javier Albiñana. Zapatos: Balenciaga.
Dirección artística y texto: Almudena Cruz.

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