Un debate que nunca cesa, de naturaleza repetitiva y cuya respuesta siempre está dividida. Así de entramada es la eterna duda entre lo que es “arte” y lo que no. Partiendo de la definición que ofrece La Real Academia Española, leemos que el arte es aquella “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”.
Si nos basamos exclusivamente en esta definición no habría debate alguno. Entonces, ¿dónde está el problema? Digamos que el arte evoluciona a la par que la sociedad, e igual que ésta, también tiene conflictos en ese proceso. Como una de sus primeras reivindicaciones: el arte gótico alzó la voz para reconocer al artista cuando la autoría de una obra era indiferente. Aunque dicho reconocimiento se la haya dado, en principio, al hombre y, varios siglos después, a la mujer. En otro punto, la temática de las obras también ha generado conflicto. Con la Olympia (1863) de Manet, se alzó el grito al cielo, ¡no sólo era un “mal cuadro”, además era pornografía!
Con la objetualidad ocurrió lo mismo. Antiguamente una obra valía el costo del material empleado; la obtención de los pigmentos en algunos casos resultaba un auténtico lujo. Un ejemplo -entre muchos- es La Lechera (hacia 1600) de Johannes Vermeer, que empleaba lapislázuli para los tonos azules. Y luego tenemos como contraste La Fuente (1917) de Duchamp, un mero retrete descontextualizado. Y de igual manera ha ocurrido con la tecnología (fotografía y cine) considerado arte menor. Y actualmente está sucediendo igual con las inteligencias artificiales, como en el caso del Retrato de Edmond Belamy (2018).
En definitiva, el arte es un elemento vivo en constante cambio. E igual que en siglos anteriores, seguirá suscitando el recelo de sus detractores y la admiración de sus devotos. Porque de opiniones se nutre el mundo… y cuando no es el arte lo que se debate, es el diseño o cualquier otra disciplina. Por esa razón y bajo tu criterio, ¿qué es para ti el arte?