El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (Madrid) reúne más de 95 obras del belga René Magritte (1898-1967), uno de los máximos representantes del surrealismo. El título de la exposición, La máquina Magritte, destaca el componente repetitivo y combinatorio en la obra del pintor, cuyos temas obsesivos vuelven una y otra vez con innumerables variaciones. Su desbordante ingenio dio lugar a un sinfín de composiciones audaces y de imágenes provocativas, capaces de alterar nuestra percepción, cuestionar nuestra realidad preconcebida y suscitar la reflexión.
Su obra destaca por su gran capacidad para darle la vuelta a aquello que creemos ver, confundiendo al conocimiento ya instalado en la mente del ser humano. Magritte definía su pintura como un arte de pensar. A pesar de su conocida oposición al automatismo como procedimiento central del surrealismo, parece conferir un valor intelectual a la despersonalización y la objetividad de esa autorreproducción de su obra. La máquina Magritte no es coherente y cerrada como un sistema, sino abierta como un procedimiento heurístico, de descubrimiento; y es recursiva, porque las mismas operaciones se repiten una y otra vez, pero produciendo cada vez resultados diferentes.
PENSAMIENTOS VISIBLES
Toda la obra de Magritte es una reflexión sobre la pintura misma, reflexión que aborda con la paradoja como herramienta fundamental. Lo que se nos revela en el cuadro, por contraste o por contradicción, no solo es el objeto, sino también su representación, el cuadro mismo. Cuando la pintura se limita a reproducir la realidad, el cuadro desaparece y solo reaparece cuando el pintor saca las cosas de quicio: la pintura solo se hace visible mediante la paradoja, mediante lo inesperado, lo increíble, lo singular.
Magritte trató la metamorfosis mimética que surge del cuerpo y otras veces este mimetismo procede del exterior, del espacio de alrededor. En el mimetismo magrittiano, son los elementos los que imitan a los seres, somete la figura a su medio ambiente, que produce una inversión de figura-fondo, al ser el cuerpo consumido por el espacio, en el cual desaparece o se mezcla en una perfecta sintonía.
FOTOGRAFÍAS Y PELÍCULAS
La muestra se completa con una instalación, en la sala del balcón-mirador, en la primera planta del museo, de una selección de fotografías y películas caseras realizadas por el pintor. Magritte nunca se consideró fotógrafo, pero sintió una indudable atracción por el cine y la fotografía en su vida cotidiana. Descubiertas a mediados de la década de 1970, estas fotografías familiares y de sus amigos surrealistas, algunos autorretratos e instantáneas de cuadros en los que estaba trabajando, así como cintas de cine doméstico, forman una especie de álbum de familia, con brillantes imágenes impregnadas por el particular espíritu de Magritte.