El Museo Guggenheim de Bilbao dedica una muestra al catálogo de influencias que recibió el pintor boloñes Giorgio Morandi: desde su aceptación del canon de su amigo Roberto Longhi a las pinturas de Piero della Francesca, Chardin o El Greco.
El historiador del arte Roberto Longhi (1890-1970) y el pintor y grabador Giorgio Morandi (1890-1964) hicieron buenas migas. La relación de amistad los llevó a compartir preferencias y gustos en sus conversaciones. Según Maria Cristina Bandera, probablemente se conocieron en 1934. Longhi había definido a Morandi en su lección inaugural de ese año como “uno de los mejores pintores vivos de Italia”.
De aquellos encuentros nos queda una breve pero significativa nómina de los pintores que el boloñés admiraba, y que Longhi anotó: Giotto, Masaccio Piero della Francesca, Giovanni Bellini (es decir, partía del protorrenacimiento, o pintura quattrocentista, y el renacimiento pleno), amén de los Tiziano, Chardin, Corot, Renoir y Cézanne.
Morandi, además, sigue las investigaciones de su amigo; de este modo viajará a Roma para encontrarse con la pintura de Caravaggio o descubrirá el Bodegón con cacharros de Zurbarán (el mismo que Francesc Cambó donará al Museo del Prado en 1940); o, de este mismo pintor, la Naturaleza muerta con limones, naranjas y una rosa que perteneció a la colección Contini Bonacossi, y que hoy se encuentra en una fundación californiana.

Giorgio Morandi. Fiori Vitali 1950
No en vano, Morandi poseía un ejemplar en su biblioteca del estudio de Martín S. Soria, otro ilustre historiador español expatriado, alumno de Chandler R. Post en Harvard, en torno a Zurbarán. Se trataba de una buena biblioteca de arte. Entre sus libros se hallaba un ejemplar de La nature morte. De l’Antiquité à nos jours, libro emblemático de comienzos de la década de 1950, en el que Charles Sterling dio un repaso al género del bodegón a partir de las investigaciones previas de antecesores ilustres como nuestro Julio Cavestany.
En este libro, trasunto de una muestra celebrada en el Musée de l’Orangerie de París (estudio y catálogo, pues), Morandi descubrió pinturas como Ruedas de salmón, de Francisco de Goya. Y debió de sorprenderse al comprobar que el comisario ponía en relación la obra pictórica de Giuseppe Maria Crespi, del que tenía tres pinturas en su domicilio, con la de Jean-Baptiste-Siméon Chardin, otra segura influencia. Podemos comprobarlo -tal y como ha puesto de relieve Flavio Fergonzi- en la estampa titulada Naturaleza muerta con guitarra; las semejanzas con la célebre Tabaquera del francés no deben de ser resultado de la casualidad.
Tampoco resultará infructuoso su encuentro con la pintura de El Greco, otro de los nombres que conformarán el canon de Roberto Longhi. Las flores de La Inmaculada Concepción de la Capilla Oballe, de comienzos del siglo XVII, llamarán poderosamente su atención.
El catálogo de esta magnífica exposición -comisariada por Petra Joos- contiene textos de Lorenza Selleri, Givanni Casini, Vivien Greene, así como de los citados Flavio Fergonzi y Maria Cristina Bandera.

Giorgio Morandi. Naturaleza muerta 1936

Giorgio Morandi. Naturaleza muerta 1951

Giorgio Morandi. Naturaleza muerta 1946

Giorgio Morandi. Naturaleza muerta 1949

Giorgio Morandi

Giorgio Morandi leyendo un libro
Getty Images, Mondadori Portfolio. Mondandori Portfolio Premium.
Una mirada atrás. Giorgio Morandi y los Maestros Antiguos. Museo Guggenheim Bilbao. Hasta el 6 de octubre de 2019