El escultor Andreu Alfaro (Valencia, 1929 – Rocafort, 2012) es uno de los personajes destacados de la Valencia que retomó la modernidad entre las décadas de los 50 y los 60 del siglo pasado junto a compañeros y amigos como el pintor Monjalés, los arquitectos Juan José Estellés y Emilio Giménez o el historiador del arte Tomàs Llorens. La Fundación Bancaja le dedica una retrospectiva de su obra que podrá verse hasta el próximo mes de febrero en Valencia.
España dejó la senda de la modernidad tras la irrupción de nuestra fatídica guerra civil. No fue hasta mediada la década de los 50 cuando se retoma por diversos medios. En Valencia dos figuras impulsan en un primer momento esta recuperación de la modernidad; por un lado, el sacerdote Alfons Roig, buen conocedor del arte de su tiempo, sea de la abstracción de Kandinsky o de la arquitectura de Le Corbusier; por otro, el crítico Vicente Aguilera Cerni, impulsor del Grupo Parpalló y persona muy próxima a Giulio Carlo Argan (del que, de hecho, propiciará la primera traducción al castellano de L’Arte moderna, que publicará su yerno, Fernando Torres), como ha puesto de relieve Lydia Frasquet recientemente.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.
A Aguilera Cerni acaba sucediéndolo Tomàs Llorens, como quedará patente tras las desavenencias que ambos mantienen con motivo de la participación española en la Bienal de Venecia de 1976. Llorens es otro personaje inquieto que busca lanzar (y lo consigue) al Equipo Crónica; que se relaciona con arquitectos como Oriol Bohigas y colegas como Valeriano Bozal; y que aquí, en Valencia, frecuenta la amistad del arquitecto Emilio Giménez, que vuelve de Barcelona en 1963 previo paso por el estudio de José Antonio Coderch; del cantautor Raimon o de Andreu Alfaro, al que Tomàs y Boye Llorens han traído de vuelta, esta vez en las salas de exposición de la Fundación Bancaja.
De este modo vemos cómo la figura del escultor valenciano se inserta en ese meollo que destaca por recuperar el discurso contemporáneo en las artes en un tiempo de cambios en un país que deja atrás los años de la autarquía para sumirse en los de la tecnocracia. Para Alfaro, hay al menos dos hitos de suma importancia en su carrera; ambos tienen lugar precisamente por aquel entonces: el primero, su incorporación al Grupo Parpalló por mediación del pintor Monjalés en 1958; el segundo, la visita que realiza ese mismo año a la exposición 50 Ans d’Art Contemporain, celebrada dentro del marco de la Exposición Universal de Bruselas.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.
En la muestra que tiene lugar estos días en la Fundación Bancaja, los comisarios han dispuesto un recorrido que atiende a la cronología y que comienza, precisamente, por estas primeras piezas que el artista realiza tras su estancia en Amberes. Son obras que pueden remitir tanto a Julio González por su dibujo en el espacio, como al arte concreto de Max Bill.
A este coqueteo con las formas, a esta búsqueda de los primeros años, le sigue otra etapa en la que la abstracción de Alfaro se vuelve significante; y en su caso, comprometida. Con un tiempo y un lugar, que son los suyos, y que han salido a relucir tras el encuentro fulgurante, revelador, con Joan Fuster. Ejemplo de ello son obras como Un poble en marxa, de 1967. Hay, también, homenajes: a Brancusi o al futurista Umberto Boccioni, maestros a los que reconoce en ese momento como antaño hiciera con Jorge Oteiza o con el ya mencionado González.
La obra de los años 70 está representada por varias piezas de metacrilato en diversos colores y, sobre todo, por la serie de las «Generatrices», tal vez las más conocidas por la ciudadanía por haberse llevado algunas de ellas al espacio público; también podemos ver la maqueta de Donant-li voltes, obra de 1975 que recientemente se ha instalado en las inmediaciones de la celebérrima Casa de los Dragones del arquitecto Cortina.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.
Durante las décadas de 1980 y 1990, Alfaro desarrolla formas orgánicas que aluden al cuerpo humano (Les tres gràcies, por ejemplo) o al barroco de Gian Lorenzo Bernini; de igual modo, se deja inspirar por la figura de Johann Wolfgang Goethe y epígonos como Bettina Brentano, o directamente se deja llevar (depurando al máximo, eso sí, las formas) en las esculturas que recoge la serie «De jazz y de ángeles». Son los años en que ya trabaja en la nave taller sita en Godella que proyecta Emilio Giménez, y que hoy conocemos como Espai Alfaro.
La última sala de esta muestra recoge lo que Tomàs Llorens ha dado en llamar “contraminimalismos”. Se trata de obras que aparentemente tienden al minimalismo, como las piezas en acero que conforman la obra titulada De la vida i la mort, la memòria, pero que conectan más bien con un espíritu manierista teñido del habitual profundo sentido trascendental. Alfaro, pues, como un neoplatónico que hubiese leído a Marsilio Ficino. No en vano, la escultura que se sitúa a la entrada de la Fundación Bancaja, en plena plaza de Tetuán, es precisamente un homenaje al filósofo griego. Pasen y vean. De principio a fin.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.

Vista exposición: Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas. Fundación Bancaja.
ALFARO. LABORATORIO DE FORMAS ESCULTÓRICAS. Fundación Bancaja . Plaza Tetuán, 23 (València). Hasta el 3 de febrero de 2019