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GABRIEL ALONSO. CHARLA CON EL PINTOR EN SU ESTUDIO DE RUZAFA (VALENCIA)

GABRIEL ALONSO: Nací en Ceuta en 1969 y desde los dos años estoy aquí en Valencia. LUCAS CULEBRA: ¿Cómo llegaste a Valencia? Primero en barco y luego en coche. Vine con mis padres. JAJA. Claro, hay que cruzar el estrecho de Gibraltar en barco y luego ya coche. ¿Has vuelto a Ceuta? Alguna vez sí, porque expuse en el museo de Ceuta en el 2007. Es una ciudad con un espacio natural muy bonito, al que vaya le sorprenderá. ¿Tienes algún sentido de pertenencia? Nada particular, (me siento) español en general, de un sitio o de otro. ¿Cuáles son tus mayores placeres en la vida, además de pintar? Dormir y ver la tele. 

¿Hubo alguna época en que pasaras mucho tiempo sin pintar? Cuando hice la tesis doctoral. Pero siempre dibujaba, siempre tuve el cuaderno de dibujo cerca. Incluso antes de conocer la pintura al óleo ya dibujaba mucho. ¿Dibujas cómic? Un poco. Susana Benet y yo hacemos unos tebeos en internet ¿Quién es Susana? Mi pareja. Es poeta, ha hecho muchos haikus y también toca la acuarela. Uno de mis proyectos recientes fue ilustrar sus haikus, que son una pasada.

Eres también profesor de pintura aquí, en tu estudio. Claro. Cuando no estoy pintando yo, siempre hay alguien cerca pintando. ¿Cuál es el deporte que más odias? Me da un poco de rabia el golf, veo que es como las canicas o la petanca pero en gigante. Pero igual lo encontraría divertidísimo. En realidad no odio ningún deporte. ¿Hay algo que odies? No me gusta nada “Masterchef”, me parece que es una exhibición del abuso laboral, van un poco de jefes… y luego cocinan platos que uno no se cocinaría en casa jamás.

Gabriel Alonso en su estudio.

Gabriel Alonso en su estudio.

¿Qué es lo que te gusta de pintar? Que es como la tele pero más activo. Me gusta el momento en que van saliendo las cosas, que vas viendo que cogen forma. Es como hacerte tu propia tele: en el momento en que vas metiendo color y salen cosas es divertido, vas viendo posibilidades, nace algo. Creo que cuando empiezo a meter color es el momento que más me gusta.

¿Por qué usas el símil de la tele? No sé. Creo que la tele es como la chimenea de antes, cuando todo se hacía alrededor y se contaban cuentos. La tele es desde donde nos viene todo. Ahora están los ordenadores, pero te obligan a una interactividad un poco cargante. Prefiero concentrarme en una cosa y que no me den la paliza. Lo que me molesta del ordenador o de cierto tipo de tele es que te marean por muchos sitios. Prefiero la tele de toda la vida o el cine, donde estás tú con tu historia.

Tus pinturas actuales son mucho más sintéticas, comparadas con las expuestas en las “Crónicas del Sordo”, en el 2004… Bueno, seguramente porque ahora son más pequeñas. Algunos de esos cuadros anteriores son de metro noventa. Aquí la mayoría [habla de la serie expuesta en su estudio] son de 70 cm máximo. Las anteriores son 9 veces más grandes, más detalle. Cada vez hago las cosas más pequeñas por problemas de espacio o porque me doy cuenta que es lo mismo. Veo también que en tu pintura anterior había más estructura y línea recta. Cuando no sabes, quieres aprender. Y la línea recta no se me da muy bien, no va mucho conmigo, y quería saber cómo se pintaba, tenía un empeño en saber hacerlo. Pasa mucho: muchos pintores al principio son más musculaditos, más todo en su sitio, y luego van desparramando y sacando su personalidad. Supongo que sería un deseo de autoeducarme, de aprender a hacer las rectas. Aunque he aprendido, no he seguido ese camino.

¿Te sientes más cómodo con tu obra actual? Sí, claro. Las líneas rectas me obligan a hacer más cálculos, son para otro tipo de personalidad, a lo mejor como más de Ciencias. ¿Ha sido importante el apoyo de tus padres en lo que haces? Mucho. Mis padres siempre me han apoyado mucho en esta cosa artística y de la cultura. Mi padre es profesor de literatura y mi madre bibliotecaria. De pequeño me ponían un libro de arte y yo me ponía a ver ahí los fusilamientos de Goya. Esta inquietud se la debo a ellos.

Bodegón de la Picotea. © Gabriel Alonso.

Bodegón de la Picotea. © Gabriel Alonso.

Autorretrato. © Gabriel Alonso.

Autorretrato. © Gabriel Alonso.

Decadencia de la heroísmo. © Gabriel Alonso.

Decadencia de la heroísmo. © Gabriel Alonso.

Friquimarino (detalle). © Gabriel Alonso.

Friquimarino (detalle). © Gabriel Alonso.

¿Te animan a seguir pintando? En general creo que se la pasan muy bien. Les distrae ver pintura y también disfrutan con la de mis amigos. ¿También enseñas pintura a niños? Bueno, sí he dado clase para niños pero en realidad no estoy especializado en casi nada. Piensa en dos consejos que alentarían a un niño a desarrollar su propio estilo de dibujo. ¿Pueden ser tres? “Mira lo que quieres hacer”, “Mira lo que has hecho”, “Ve despacio”.

Eso de “Mira lo que quieres hacer” y luego “Mira lo que has hecho” sonará un poco frustrante para un niño. En absoluto, no. Las cosas que quiere hacer un niño vienen normalmente de una tablet, y cuando las ve en un cuadro descubre otra cosa. Si sales de la historia de querer sacarlo igual, es cuando realmente entras en la pintura. Si lo quieres sacar igual, hazte fotógrafo. De acuerdo, entre más parecida sea tu pintura a lo que eres, más pintura. La verdad es que sí, por narices te tienes que reflejar. Si no te reflejas estás sufriendo. ¿Te ha pasado alguna vez que quieras pintar con un estilo que no es el tuyo? Sí. Generalmente los retratos son un poco frustrantes porque la gente ya tiene una foto en la cabeza y no te puedes salir de ahí, pero si hay complicidad con el que se retrata es estupendo. Muchas veces lo que sucede es que esa persona tiene una cara que se parece a lo que tú haces.

Entonces aciertas. Claro, es un poco cuando aciertas. Lo que está claro es que estás obligado a tropezarte y que esas dificultades te las vas a encontrar por mucho que hayas hecho tu camino, y es bueno encontrártelas. Hay que luchar un poco. ¿Hubo algún momento de transformación en tu pintura? Sí. Al principio tenía más tendencia a hacer la figura aislada sin fondo. Luego el galerista Vicente García, de Val i 30, formó un grupo donde todos éramos un poco abstractos. Nos decía: “¿Por qué no hacéis cosas más teatrales?”. Había que plantearse el espacio, que circule el aire, una cosa teatral… ésas eran las palabras clave. Entonces allí sí hice un cambio radical. Pero fue hace tanto tiempo… y además en el fondo lo estaba deseando. Tu estilo cambió gracias al consejo de un galerista… Sí, igual que un escritor puede cambiar de estilo recomendado por un editor. Creo que los gestores culturales están para algo más que para sostener un whiskey en un cóctel. Si no intervienen, ¿quién va a hacerlo? También lo puede hacer la gente de tu entorno. En realidad no tiene más importancia.

En la artesanía valenciana hay tablillas de oficios con una gráfica muy próxima a tu obra, ¿verdad? Sí, esas tablillas de oficios y tal. Siempre me ha gustado el estilo colorista de Manises, un poco de tebeo antiguo, una cosa un poco Naif. ¿Te reconoces como Naif? No me pongo etiquetas. Naif es una de las cosas que me han dicho. No hay que ser experto para reconocer en tu estilo algo Naif. No lo veo mal, me parece bien: Naif, costumbrista, comiquero, callejero. Me gusta el cómic. Dentro del cómic, mi pintura se va a parecer más a Mafalda que al cómic de superhéroes. Uno refleja lo que le gusta, lo que ha leído de pequeño, el humor.

Este personaje tuyo (El Sordo) es, a su modo, un superhéroe. Pero es más Superlópez que Spiderman. ¿Hay fans de tu pintura? Tengo amigos muy fans. Siempre había funcionado con galerías hasta que ha venido todo este mogollón. Más o menos, a nivel enseñar mi obra y sacar adelante el proyecto, me voy defendiendo sin las galerías gracias a mucha gente. Podría ponerme a decir nombres y tal. Por decir algunos: los editores de los libros ilustrados que he hecho, como el más reciente, la “Metamorfosis Visual”. La editora es muy fan mía. Lo mismo te puedo decir de Paco Fernández.

¿Qué favorece más a tu pintura: el equilibrio o el caos? Si tengo que elegir, casi mejor el equilibrio. Puede que tenga alguna ventaja el caos y también he tenido fases de buscarlo, pero al final las cosas las mantengo buscando el equilibrio. Además de pintar, llevas un blog donde organizas tu pintura por series. Tanto esmero al cuidado de tu obra, ¿te deja tiempo para socializar? Sí, pero tampoco voy buscando mucho las relaciones sociales, intento dejar que las cosas pasen… cada cosa en su sitio. Si por relacionarme voy a dejar de pintar, entonces las relaciones me interesan poco. ¿Haces amigos gracias a tu pintura? Sí, bueno, también tendría que decir que en el colegio yo era ése que estaba dibujando siempre o haciendo castillitos de arena. En fin, dibujar y pintar también es mi forma de relacionarme.

¿Cuál fue tu relación con el dibujo en la infancia? Mientras en clase de historia estaban contando batallitas una hora, yo dibujaba de arriba abajo y me había enterado mejor que otros que tomaban apuntes. Es un poco ese tipo de dibujo de teléfono (lo he oído decir a psicólogos y tal, que gente que hace dibujos mientras habla luego se entera muy bien de lo que pasa). Un dibujo puede resolver muchos problemas a nivel técnico. Creo que habría que potenciar muchísimo el dibujo y la pintura sobre todo en las primeras fases de la educación, porque a esas alturas casi todos los elementos descriptivos se pueden enseñar a través del dibujo mucho mejor que con el lenguaje verbal.  ¿Apuestas por el dibujo como una forma alternativa de aprendizaje? Sí, muchas cosas se entenderían mejor si los profesores las explicaran con un dibujo o con fotografías.

¿Sigues siendo el niño que dibujaba en clase? Yo qué sé, a lo mejor no mucho. Algunos amigos en la infancia me decían que parecía mayor, y ahora pareceré crío. A lo mejor no he cambiado mucho. Este personaje (El Sordo) tiene una sonrisita de vividor. ¿Vividor? Estar mirando y pintando siempre es una manera de vivir. Todos los que estamos vivos somos muy vividores. Hablo de la sonrisita pícara que tiene el personaje en algunas escenas. Es que ahí [señala un cuadro] está un poco en el papel de francesito. Luego lo tienes ahí [señala otro] como pescador del Cabañal y está más triste… no sé, no controlo tantos detalles, su cara sale como sale.

¿Hay tormento al pintar? El tormento más grande es buscar al galerista. A la hora de pintar, cuando un cuadro está muy acabado y no me convence algo, sí hay un poco de tormento. Pero el tormento es exponerlo y venderlo. No tanto pintarlo, no creo que pintar deba ser un tormento… Ahora estoy en una época súper feliz, a lo mejor estoy tomando mejor aspecto. Más: www.gabrielalonso.wordpress.com

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