No pensamos en las consecuencias. O peor incluso, conocemos las consecuencias, pero no las creemos, decidimos ignorarlas o nos dan igual.

Como los colonos norteamericanos que arrasaron los bisontes hasta casi extinguirlos, consumimos sin ningún tipo de medida ni control, sin importarnos el mañana, sin importarnos el daño que hacemos. Somos un niño que sabe que el empacho de golosinas le picará los dientes y le dará dolor de estómago, pero aún así come todas las que puede. Como individuos tenemos consciencia de nosotros mismos, pero como especie, nuestra consciencia está seca. Incluso con uno de nuestros recursos más vitales, el agua, nuestro control es inexistente, nuestra codicia desmedida… y nuestra consciencia seca. ¿Nos daremos cuenta a tiempo de nuestra absurda forma de ser?

Fotografía: Christian Gamdek. / Maquillaje y peluquería: Almudena Luna. / Estilismo: Salud Martínez. / Modelo: Nerea Revilla. / Agradecimientos especiales: A La Intrusa, por el chubasquero de Floresta.