Arte, Reflexión
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ROBOTS, DESEOS Y TEMORES DEL SER HUMANO


Los robots son máquinas, mecanismos creados por el hombre con el objetivo de realizar alguna acción. Más allá de esta evidencia, los robots destapan las necesidades del ser humano, su afán de superación, su empeño en alcanzar metas sucesivas y superiores. No obstante, los robots también descubren perturbaciones, recelos frente a las propias creaciones, temor ante unas características inalcanzables para el creador. Cuando hablamos de robots, explicamos los deseos y los temores del ser humano, una historia que se desarrolla en la realidad y en la ficción. 

El interés del ser humano por la automatización se remonta a vetustas marionetas y autómatas. Entre las más ancestrales destacan algunas pertenecientes al Antiguo Egipto: figuras de Osiris que despedían fuego por los ojos. La fascinación por los autómatas también se observa en las primeras manifestaciones cinematográficas. “El hotel eléctrico” (cortometraje dirigido en 1908 por Segundo de Chomón) muestra un hotel donde los objetos se accionan automáticamente para cubrir las necesidades de sus clientes: un cepillo que peina a una señora o una brocha de afeitar que friega un rostro masculino con jabón son únicamente dos ejemplos de los servicios de este peculiar hotel.

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“El hotel eléctrico” (cortometraje dirigido en 1908 por Segundo de Chomón)

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“El hotel eléctrico” (cortometraje dirigido en 1908 por Segundo de Chomón)

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ASIMO (Advanced Step in Innovative Mobility), robot humanoide creado en el 2000 por la empresa Honda, que pretende ayudar a las personas que carecen de movilidad.

Sin embargo, no es hasta 1921 cuando aparece el término “robot” como tal; proviene del checo “robota”, que significa servidumbre, labor forzada, trabajo esclavizante. Fue el dramaturgo Karel Capek quien lo introdujo por primera vez en su obra de teatro R.U.R. (Rossum’s Universal Robots), estrenada en el Teatro Nacional de Praga. La palabra se la sugirió su hermano Josef, siendo introducida posteriormente en el Oxford English Dictionary y, más tarde, difundida al resto de idiomas. Así, el origen del robot está vinculado con una actitud pasiva y servil hacia los deseos humanos.

El objetivo de ayudar en los quehaceres cotidianos se encuentra presente en propuestas tan novedosas como ASIMO (Advanced Step in Innovative Mobility), robot humanoide creado en el 2000 por la empresa Honda, que pretende ayudar a las personas que carecen de movilidad. ASIMO cuenta con habilidades como responder órdenes orales, identificar y coger cosas, caminar (hacia delante, hacia atrás o de costado), girar o correr. Por su parte, Ubiko intenta cubrir las funciones de una secretaria. La compañía Ubiquitous Exchange promociona este robot con capacidades básicas como responder a preguntas sencillas, dar instrucciones, cargar equipajes, prevenir peleas dentro de las escuelas o guiar a los visitantes a través de un edificio. Se distingue por un gran ojo que funciona como cámara de vídeo y unas pequeñas orejas de gato. Sin embargo, el ser humano no detiene sus aspiraciones a conseguir que los robots ejecuten acciones mecánicas, también pretende que éstos adquieran características propiamente humanas. Prueba de ello es la forma antropomorfa de muchos robots o la pretensión de infundir vida en sus propias creaciones. El entusiasmo por generar vida a partir de elementos inanimados se observa en historias folclóricas tan antiguas como el gólem medieval o en personajes literarios como Frankenstein (Mary Shelley, 1818) o Pinocho (Carlo Collodi, 1882).

Sophia es un robot humanoide desarrollado por la compañía china Hanson Robotics, siendo el primer robot al que le concedieron la ciudadanía al convertirse en ciudadana saudí en 2017. Este ginoide, inspirado en Audrey Hepburn, cuenta con una inteligencia artificial que le confiere la capacidad de aprender y adaptarse al comportamiento humano. La intención es que Sophia se encargue del cuidado de enfermos o de personas mayores, teniendo en cuenta sus necesidades específicas. Así, los robots nos ayudan en nuestra vida cotidiana, adaptándose a nuestros deseos e incluso a nuestros estados de ánimo.

Isaac Asimov dejaba constancia del carácter complaciente de los robots cuando en 1942 escribió las tres leyes de la robótica, unas normas que inspiran los robots de su obra y de numerosos autores posteriores. La primera ley dice que un robot no hará daño a un ser humano. La segunda ley explica que un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley. Finalmente, la tercera ley establece que un robot debe proteger su propia existencia siempre que no entre en conflicto con las dos leyes anteriores.

Como no podía ser de otra manera, el ser humano espera que los robots sean totalmente inofensivos. Los robots están al servicio de las personas, salvaguardando su seguridad, sin posibilidad de infringir daño alguno. De este modo, cuando Robby, personaje robótico de la película “Planeta prohibido” (dirigida por Fred M. Wilcox en 1956), recibe la orden de matar al monstruo, no puede hacerlo puesto que es el álter ego del Doctor Morbius. Sin embargo, el deseo de seguridad puede dar paso al temor de que la “creación” se rebele contra el “creador”, sobreviniendo de este modo el carácter destructivo de los robots. Por suerte, al menos hasta el momento, este temor se ha quedado en el terreno de la ciencia ficción. Muchas películas muestran un futuro catastrófico causado por la primacía de los robots frente a los humanos. En ocasiones el punto de inflexión para la catástrofe proviene del carácter destructivo del ser humano hacia su propia especie, hecho que provoca una reacción o conflicto de las máquinas para salvaguardar la especie humana de sí misma; es el caso de Gort, Terminator o Sonny.

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Gort, el robot protagonista, es de grandes dimensiones y parece estar construido a partir de una sola pieza de metal flexible, efecto que se conseguía utilizando dos trajes diseñados por Perkins Bailey (uno con la cremallera detrás y otro con la cremallera delante).

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En 1951 se rodó el clásico de ciencia ficción titulado “The Day the Earth Stood Still” (“Ultimátum a la Tierra” en España). En esta película destaca la expresión “Klaatu barada nikto”, un contundente mensaje antibelicista con el que Klaatu (extraterrestre humanoide) da instrucciones a Gort para que no destruya la tierra y, a su vez, le sane de un disparo mortal.

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Robby, personaje robótico de la película “Planeta prohibido” (dirigida por Fred M. Wilcox en 1956)

En 1951 se rodó el clásico de ciencia ficción titulado “The Day the Earth Stood Still” (“Ultimátum a la Tierra” en España). En esta película destaca la expresión “Klaatu barada nikto”, un contundente mensaje antibelicista con el que Klaatu (extraterrestre humanoide) da instrucciones a Gort para que no destruya la tierra y, a su vez, le sane de un disparo mortal. Gort, el robot protagonista, es de grandes dimensiones y parece estar construido a partir de una sola pieza de metal flexible, efecto que se conseguía utilizando dos trajes diseñados por Perkins Bailey (uno con la cremallera detrás y otro con la cremallera delante). El actor que le daba vida, Lock Martin, cambiaba su traje en función de los requisitos de la toma. Anécdotas aparte, Gort tiene el cometido de salvaguardar la paz interestelar, aunque ello suponga la extinción de la especie humana. Esta dualidad volvemos a verla en “Terminator”, trilogía que muestra cómo el T-800 puede tener la misión tanto de destruir como de proteger. También en “Yo, Robot” que, partiendo de las leyes de Asimov, plantea una disyuntiva entre la salvaguarda o la destrucción. Así, deseos y temores se despliegan tanto en la ciencia ficción como en la realidad para dar paso a robots estereotipados. Igualmente interesante resulta fijarse en el género proporcionado a los diferentes robots; hemos visto, por ejemplo, que Sophia tenía el papel de cuidadora, mientras que Gort o Terminator eran bien destructores, bien salvadores. Isabel Tajahuerce reflexiona sobre la concepción androgénica desde una perspectiva de género.

De esta manera, en las fembots o ginoides, robots antropomorfos de aspecto femenino, no podía faltar la dualidad entre la mujer virtuosa y la Femme Fatale. Un ejemplo sería María de “Metrópolis” (película dirigida por Fritz Lang en 1927) una ginoide capaz de desarrollar sentimientos y emociones que es utilizada como instrumento de venganza. Tampoco podía faltar la potenciación de la sexualidad de las fembots. Un caso curioso sería Afrodita A, la protagonista femenina de “Mazinger Z”, serie japonesa de manga y anime creada en 1972 por Gō Nagai. Afrodita A tenía unos misiles en la zona pectoral, por ello alguna vez decía ¡Fuego de pecho!, que a nivel popular se transformó en la expresión ¡Pechos fuera!

En definitiva, y volviendo al inicio, la creación de robots es una historia de deseos y temores humanos, una historia que transita entre la ficción y la realidad, una historia inacabada cuya narración depende de nosotros, del respeto hacia nuestra especie y hacia nuestras creaciones (no olvidemos el origen de la palabra robot con tintes de servilismo y esclavitud), así como de la capacidad para transmitir dicho respeto a un robot, a una máquina capaz de realizar operaciones inalcanzables para un ser humano y cuya evolución futura posiblemente resulte inimaginable en la actualidad.

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María de “Metrópolis” (película dirigida por Fritz Lang en 1927) una ginoide capaz de desarrollar sentimientos y emociones que es utilizada como instrumento de venganza.

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Afrodita A, la protagonista femenina de “Mazinger Z”, serie japonesa de manga y anime creada en 1972 por Gō Nagai.

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