El del espectador ante la obra de arte es siempre necesario. Inevitable si contemplamos los últimos lienzos de Miguel Ángel Maestre Yago. Solamente callados, conseguiremos identificar tras ellos, hasta tres tipos de silencio. Cuando Emérito no habla, el silencio es negro sobre blanco. Una línea convulsa que no se resigna a dejar de ser escritura. Registro de la propia existencia, memoria de una vida atrapada entre los dedos. Un garabato que lucha por desenredarse y gritar su nombre al viento: Amor.
Cuando el que calla es Miguel Ángel, el silencio es generosa oscuridad, una mancha luctuosa que llena el vacío de ausencia, que contornea los límites de esa línea con respeto y la devuelve a su verdadera naturaleza transformando la luz en dibujo etéreo: Emérito. Cuando Maestre Yago pinta, construye con estos dos silencios un pequeño templo. Un cubículo de aislamiento sensorial, un espacio de recogimiento doméstico, de reflexión universal, de conexión con los propios y atávicos miedos. Una partitura muda para un dúo silente que resuena muy adentro, haciendo vibrar los huesos: Escritos desde el silencio.
Solo en ese momento, comprenderemos que el silencio consigue ser uno y a la vez trino, si lo contemplamos nuevamente, en silencio.

Miguel Ángel Maestre Yago. Foto: Pablo Ruiz
¿Quién firma estas sagradas escrituras? Las firma la vida. La serie Escritos desde el Silencio, está concebida a partir de unos escritos y garabatos realizados por mi padre Emérito durante los cuatro últimos años de su vida, cuando con una edad muy avanzada y afectado por una demencia, apenas podía hablar y escuchar. Pasaba horas y horas en su burbuja de silencio, entreteniéndose, intentando escribir y dibujar, o ambas cosas a un tiempo, sobre cualquier papel usado, roto o manchado, que cayese en sus manos.
Mi intervención se centra en componer y en pintar paciente y lentamente los fondos de color negro. El color blanco de las palabras y el resto de elementos gráficos corresponden al del propio lienzo respetado.
Es decir, la autoría no es solo mía, obviamente también es de mi padre, en otro tiempo pintor y dibujante. Pero también lo es de su demencia, de los eternos ratos de aburrimiento con la televisión encendida sin volumen, del azar decidiendo qué soportes, lápices o bolígrafos ponía a su alcance, de su sensibilidad artística y de su caligrafía victoriana que de pequeño, siempre me fascinaba, cuando firmaba mi boletín escolar repleto de suspensos (nunca me regañó por eso). Y también es de la auxiliar de enfermería que diariamente le cuidaba y se dejó llevar por su intuición para no deshacerse de estos papeles garabateados. Todas esos grafismos sobre páginas de revistas, servilletas de papel y sobres abiertos, podrían perfectamente, haber terminado en el contenedor de reciclaje de papel y cartón. Y aquí hubiera acabado todo.
Me atrevo a decir, por tanto, que todas estas pinturas realizadas a partir de esos graffiti indescifrables, aparentemente caóticos, tienen la firma de la vida. Siento que estas pinturas no me pertenecen y sin embargo, me incumben profundamente al estar trenzadas con mi propia experiencia vital.

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”
En ese dilatado ejercicio de contemplación ¿has tenido la tentación de buscar palabras en el caos y encontrarles un significado? Por supuesto, es inevitable y muy tentador tratar de encontrar un significado y un sentido a estas expresiones. Pistas en las que apoyarse para averiguar qué pensamientos y emociones pasaban por su cabeza y su corazón. La gran mayoría de las palabras son ilegibles. Uno llega a preguntarse si más que escribir, mi padre trataba de evocar la escritura misma, su aspecto más allá de su dimensión semántica. Resulta realmente enigmático encontrar palabras reconocibles y vestigios de letras, en ese flujo dinámico de garabatos. Parecen versos sueltos que irradian y contagian una suerte de significado poético al resto de grafismos que las acompañan. Palabras como mar, luz, amor, muerte, mal, Emérito…
En no pocas ocasiones, he descubierto nuevas palabras tiempo después de pintar el cuadro.
Es quizá ese interés por la escritura lo que vincula esta serie con tu obra anterior. Efectivamente. Desde hace más de tres décadas mi interés por cierto ámbito de la escritura, ha sido continuo. Este interés, en su faceta académica, tuvo como resultado una tesis doctoral sobre los graffiti y la pintura del siglo XX. Y por otro lado, en su faceta creativa, dio lugar a las distintas etapas pictóricas de mi carrera en las que la presencia de la escritura, entremezclada con otros elementos figurativos y gestuales, es una constante.
Sin embargo, tu producción anterior es mucho más colorista. La deriva de las obras anteriores más coloristas, como bien dices, hacia una sobriedad cromática y formal, está estrechamente ligada a la naturaleza misma de última creación, mucho más intimista y espiritual, incluso próxima a la tradición pictórica del barroco español más austero. El ruido a modo de collage de mi obra anterior, deja espacio al silencio profundo y solemne de unos fondos negros, sutilmente estructurados. Y escritura y vacío conforman una poética compacta tan austera como radical.

Miguel Ángel Maestre Yago “Homohumo” acrílico sobre tabla 2020

Miguel Ángel Maestre Yago “Cabezas parlantes”, Acrílico sobre lienzo. Díptico. 200x200cm. 1989

Miguel Ángel Maestre Yago “Arquitectura fácil” 65×98 cm.1999
¿Puede ser que hayas llegado a un punto de inflexión? En cierto sentido, así es. En las series más expresionistas y oníricas de mi trabajo de los años 90, los graffiti, formaban parte de la estética y concepto de un corpus iconográfico complejo y reiterado (corazones, chimeneas y hombres humeantes, monstruos cinematográficos, anónimos personajes trajeados, animales y flores exóticos, fotogramas, etc). Los graffiti, en estas obras, conectan con una forma de transgresión en sintonía con un tipo de pintura imperante a finales del años ochenta y principios de los noventa, a caballo entre el arte pop y el neoexpresionismo.
La clase de graffiti realizado por mi padre, sin embargo, conecta con otra forma de transgresión bien diferente. La transgresión atávica de quien se resiste al olvido, a la incomunicación. De hecho, muchos de sus graffiti tienen la apariencia nerviosa de sismogramas; una perfecta evocación de las pulsiones profundas y mudas procedentes de su mundo interior.
¿Es la primera vez que hablas de una historia tan personal? Tal y como yo lo vivo, la pintura es un discurso autorreferencial. No tengo escapatoria. Incluso en mis obras pop de las últimas dos décadas, aparentemente epidérmicas, superficiales e irónicas, se filtran mis sombras y mis luces. Mis fijaciones, miedos, obsesiones, anhelos, contradicciones, celebraciones… Sin embargo, es muy cierto que estos trabajos son los más personales que he realizado en toda mi trayectoria pictórica

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”
¿Qué te ha enseñado la vida como persona? Como persona he tenido que rendirme a la vida en muchas facetas. Entender que hay batallas que ya no puedo ganar y aspectos de la misma que quedan más allá de mi control. Curiosamente, esta forma de rendición y aceptación revitaliza y proporciona cierta calma y entendimiento a mis días actuales.
¿Y como artista? Como artista también me rindo a tener que demostrarme que soy capaz de realizar determinadas peripecias pictóricas. Precisamente, la serie Escritos desde el Silencio, evidencia mi voluntad de trabajar a partir de lo preexistente con la máxima veneración y respeto a lo que es. Abrazar la magia que hay en ello y tratar de honrarla desde una aportación amorosa y potenciadora.
Sin duda, esta actitud conecta con principios esenciales del surrealismo histórico. Conceptos que quizás no llegué a entender plenamente en mi juventud y que a estas alturas, ya los siento interiorizados.
Muchas veces decimos que hay de aprender a desaprender. Más bien pienso que deberíamos aprender a aprender. Aprender a desaprender es un oxímoron que queda muy bien decirlo pero que expresa poca cosa y tiene poco recorrido. Cuando dejamos de aprender, sencillamente morimos.
Creo que lo que realmente ocurre es que llega un momento en el que tu visión del mundo alcanza a interiorizar ciertas perspectivas inexploradas. Y ocurre sin proponértelo disciplinadamente. Llegas a una forma de entendimiento en el que tu capacidad de asombro vuelve a surgir menos contaminada, más pura. No sabría decirte exactamente qué razones hay detrás de todo este proceso. Intuyo que es algo muy personal.
También puede ocurrir, como fue el caso de mi padre, que la vida te adentre en una enfermedad, en una demencia. Desde ese condicionamiento, las expresiones que emitió son la suma de lo que aprendió a lo largo de su vida más los efectos que el filtro de la misma demencia ejerció sobre esas capacidades aprendidas (escribir, dibujar, pintar, etc). De esa suma emana el aura que las caracteriza, única e irrepetible, algo inefable.

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”
¿Futuros proyectos? Simultáneamente a estas obras negras, actualmente me divierto realizando retratos sobre papel, casi siempre con el mismo patrón compositivo. Retrato a músicos, artistas, actores, cómicos, escritores, etc. que, por alguna razón, me estimulan. Lo paso bien y me permito realizar una especie de carteles locos y espontáneos en los que experimento tanto con los lenguajes y recursos pictóricos como con la tipografía manuscrita. Mi vena pop y un tanto canalla está ahí y no quiero darle la espalda. Acabaría por no reconocerme.
¿No más silencio? Mi talante, mi naturaleza, mi chifladura, necesita también del ruido que produce lo anecdótico, la travesura, lo lúdico y lo intrascendente. Pintar me ayuda a vivir mejor y esto comporta un amplio espectro de estados de ánimo con los que conectar y expresar, como es natural. Acepto saludablemente esta aparente contradicción de discursos simultáneos y opuestos, y me los permito.
Un ruido. El chasquido de unos labios al proporcionar un suave beso. Y un silencio. El que le sigue a ese chasquido…

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago “Escritos desde el silencio”

Miguel Ángel Maestre Yago. Foto: Pablo Ruiz