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REFLEXIONES DE UN FOTÓGRAFO ANALÓGICO

En poco más de cien años, desde la entrada del siglo veinte hasta nuestros días, la fotografía ha pasado de ser aceptada como una de las bellas artes a prácticamente perder esa categoría. Ha perdido parte de la credibilidad que tanto le costó ganarse al principio. A día de hoy, se produce y se consume a una celeridad increíble, y ese trajín exagerado de imágenes ha hecho retroceder a la fotografía como culto y arte. En general, la mentalidad hacia la fotografía, hacia el acto fotográfico, ha cambiado radicalmente y ese cambio la ha desacreditado erróneamente. 

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Dancing ©David de la Rosa

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Contraluz. ©David de la Rosa

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Cabeza de cerdo. ©David de la Rosa

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Máscara en el aseo. ©David de la Rosa

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Mala suerte. ©David de la Rosa

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Lisi. ©David de la Rosa

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Las escobas. ©David de la Rosa

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La tubería. ©David de la Rosa

A lo largo de su corta historia, han sido varias las veces que la evolución de las cámaras ha permitido al pueblo acercarse a la fotografía, pero esta vez el soporte digital ha simplificado tanto la técnica necesaria para utilizar cámaras y dispositivos electrónicos, y ha facilitado tanto el aprendizaje, que ha sido cuando definitivamente la fotografía se ha socializado del todo. Esta vez sí. Ha sido entendida y por ende aceptada y ya no es especial. Hacer fotos ya no es difícil, hoy es una práctica común, cotidiana, divertida. Inmediata. Esa inmediatez ha sido la responsable de esta transformación a nivel global en el mundo de la imagen.

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Autorretrato. ©David de la Rosa

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Mr. Bones. ©David de la Rosa

Hasta la aparición del soporte digital, comparando ayer con hoy, los valientes aficionados y  los profesionales se podían contar con los dedos de una mano. Los había, claro que los había, pero no era como ahora. Si lo digital cargara con el mismo gasto, cuidado y paciencia infinita que conlleva trabajar en analógico, estoy seguro de que las cosas no habrían cambiado tanto. Conozco a algunos fotógrafos, entre ellos yo mismo, que se quedaron desconcertados con todo lo que empezó a suceder en el universo de la imagen hace unos años. Personalmente me negué a adaptarme y mudar la piel. Terco como una mula, sin saber que lo acabaría pagando muy caro, seguí aferrado a mis cámaras de medio formato y positivando en el cuarto de baño, mientras veía a los demás sumarse sin problemas a la ya histórica transición de un soporte a otro, algo tímida al principio, resuelta a continuación y finalmente absolutista.

¿Por qué en la actualidad tiene tanto poder la fotografía? Porque se ha convertido en el lenguaje mundial. Absolutamente todo va íntimamente ligado a una imagen. Hoy podemos capturar, editar y enviar imágenes a una velocidad abrumadora. Podemos exhibirnos o inmolar nuestra vida privada, autoafirmarnos y decir lo que queramos sin escribir una sola palabra. Podemos consultar el trabajo de los grandes maestros o mostrar el nuestro. Sin salir de casa podemos ver al detalle la ciudad que visitaremos dentro de un mes o los zapatos que nos gustaría comprar. Mi hija crece mientras consume fotografías de gatitos monos en Internet a diario. Eso que dijo Kandinsky de que el arte es el carro que tira de la humanidad ya no es así. El carro que tira de la humanidad hoy es la fotografía. Lo que hace girar este planeta hoy es la imagen. Todo el mundo parece ser fotógrafo, pero eso no es verdad. Lo que sí es verdad es que la gente produce cantidad de imágenes y se comunica mediante ellas, pero no tienen conciencia de fotógrafo. Actualmente la fotografía se usa y se tira sin miramientos. Ser fotógrafo es otra cosa. La fotografía es una forma de vida, una más de las que se pueden elegir.

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Lo que pienso es contradictorio. Pienso que la fotografía está enferma y que a la vez goza de un estado de salud excelente. Digo que está enferma por la saturación a la que nos enfrentamos cada día y el exceso de oferta: cuanta más fotografía se realiza, más baja es la calidad de la misma, pero la masificación tiene la virtud de hacer que lo bueno brille y destaque sobre lo demás. Y digo que a la vez está en su mejor momento porque a parte del buen hacer de la vieja escuela, entre la nueva generación de fotógrafos que empezó a trabajar directamente en digital se pueden encontrar trabajos impecables, lo cual es esperanzador, porque a la gente que amamos la imagen siempre nos gratifica disfrutar de unas fotografías sanas y frescas, y no las ya habituales “más de lo mismo”. Aunque no está hecha para mí, nunca he tenido ningún reparo en reconocer que la fotografía digital es un medio excelente para trabajar.

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Recuerdo a mi padre desenfundar su “Kodak Retinette”, centrar la varilla del fotómetro de selenio y apretar el disparador con solemnidad. Una foto todavía era una foto. Entonces sólo se usaba la cámara muy de vez en cuando, en las ocasiones que lo merecían. Normalmente los cumpleaños. Conservo cinco o seis fotos de cuando era pequeño. Las guardo como un tesoro. No necesito más.

De momento seguiré peleando a la contra, con mi caja negra remendada con cinta aislante, mi cable disparador y mi trípode. Pertenezco a un reducido grupo de locos románticos con dificultades para encontrar material sensible a la luz. No es culpa mía si he nacido en el tiempo y lugar equivocados.